lunes, 9 de julio de 2012
El Románico en Cataluña, Navarra y Aragón
lo largo de los siglos XI y XII se desarrolla en Europa un estilo artístico identificativo denominado Románico, pues, este arte indudablemente derivaba del romano. Este estilo está caracterizado por el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón, por emplear formas cerradas y equilibradas, creando edificios sencillos de sólida apariencia.
La aparición de las primeras manifestaciones del románico en los Reinos Hispánicos se producirá en Cataluña, Aragón y Navarra.
La reforma monástica que se lleva a cabo en Cataluña resulta decisiva en la profunda renovación que se producirá desde finales del siglo X y durante la primera mitad del siguiente. Los edificios religiosos sufrirán una radical transformación en sus elementos funcionales, adaptándose a las formas tipológicas que se están imponiendo en la Europa románica. El auténtico impulsor de esta renovación será el abad Oliba.
Cataluña conocerá muy pronto las formas renovadoras. Entre las novedades que se introducen en la arquitectura catalana está la búsqueda de soluciones que permitan articular un número considerable de ábsides en la cabecera, criptas para atesorar reliquias, fachadas torreadas, y espacios circulares con significación funeraria o de depósito de reliquias.
No se puede decir que Cataluña fuese la iniciadora del nuevo estilo, pero su buena tradición arquitectónica y su precoz adscripción al movimiento renovador hacen que algunos de los edificios catalanes hayan sido decisivos en la definición del mismo. Monumentos como San Pedro de Roda, San Miguel de Cuixá y San Vicente de Cardona son paradigmas excepcionales en la historia del primer románico.
Será a partir del último tercio del siglo XII y buena parte del siguiente cuando, en los territorios cristianos de la Península Ibérica, una serie de monumentos refleje cambios de distinto alcance, alejándose del llamado románico pleno y acercándose, en algunos casos, al gótico. En Cataluña, las catedrales de Tarragona y Lleida constituyen dos de los ejemplos más representativos de esta fase.
Durante el primer tercio del XI un grupo de iglesias y castillos de Aragón acusarán las formas arquitectónicas del primer románico catalán. Será en la segunda etapa cuando el románico aragonés produzca una obra cuya influencia se expanda fuera de la región. Se trata de la catedral de Jaca, levantada en el segunda mitad del siglo XI, con tres naves separadas por pilares cruciformes.